Cuando empecé a oír hablar de coaching, hace ya algunos años, me interesé por él y me explicaron que se trataba de provocar mejoras en la vida profesional o personal de las personas a base de hacer lo que llaman “preguntas poderosas”, que hagan reflexionar a las personas para que sean ellas mismas las que encuentren las claves para mejorar en el aspecto planteado, sea profesional o personal.
Esto supone que el coach no opina ni aconseja, sino que sólo pregunta y trata de suscitar esas reflexiones de las que surgirán las acciones o actitudes de mejora. Una consecuencia inmediata es que el coach no tiene que conocer nada de la vida profesional ni del sector en que mueve el “coachee”, sino dominar la técnica de inducir las reflexiones.
La verdad es que es una técnica muy ingeniosa y que hoy ayuda a miles de personas de todos los niveles, incluso creándose especialidades de coaching deportivo, político, etc.
Como os imaginareis, esta actividad es colindante o no sé si solapada con la de los psicólogos, que ven la entrada de todo tipo de profesionales en esta actividad como un intrusismo, y el debate está más que servido. Conozco ingenieros ya veteranos que se han certificado en muchas variedades de coaching, que trabajan con mucho entusiasmo y dedicación, y creo que con buenos resultados.
El mentoring sin embargo es algo quizá más tradicional, porque el mentor es un consejero profesional que debe tener una experiencia concreta en el camino que el mentorizado quiere emprender, porque, a diferencia del coaching, el mentor “se moja” a aconsejar y a opinar sobre lo que hace o se propone hacer su mentorizado, y sobre todo sobre los requerimientos que tal camino conlleva.
Es como si tuviéramos la intención de escalar una montaña y una persona con experiencia nos señalara la preparación física necesaria, el agua que hay que llevar y el tipo de ropa para aguantar la climatología, es como una inyección de experiencia comprimida que puede ayudar mucho a quien tiene grandes propósitos, pero poca experiencia.
El valor que el mentor puede aportar es una reflexión más estratégica, más a largo plazo sobre lo que se quiere hacer en la vida profesional y las dificultades para lograrlo, anticipando cualidades de todo tipo que conviene desarrollar para ello.
Un ejemplo típico es el momento de enfrentarse a las primeras entrevistas de trabajo. Los jóvenes profesionales no pueden saber qué es lo que les pasa por la cabeza a los entrevistadores, qué intención encierran las preguntas, y en definitiva cómo responder para salir bien parado del lance. Un mentor ya ha estado a ambos lados de la mesa, y puede ayudar mucho a no cometer errores gruesos y a mostrar las características positivas que el entrevistador trata de evaluar. Nunca se trata de esconder sino de mostrar de la forma más positiva y atractiva.
Creo que este tipo de ayuda sería muy importante ya en el Bachillerato. A pesar de que se supone que hay una orientación profesional, los orientadores no pueden tener mucha información ni experiencia de las profesiones, porque son muchas y algunas muy nuevas, así que los chicos están en general muy mal informados. En muchos casos, cuando se plantean ciertos estudios, ya es tarde porque no han trabajado a tiempo para tener la nota necesaria, ni tienen una base sólida de materias vitales para esa dirección, con lo que se produce mucha frustración al querer y no poder.
Cuando se está ya en la Universidad, el mundo del trabajo también es un gran desconocido y las preguntas que los estudiantes se hacen son muchas ¿En qué consistirá concretamente el trabajo de un ingeniero en tal sector? ¿Seré bueno haciéndolo? ¿Conseguiré un trabajo en tal Empresa? ¿Es imprescindible hacer un Máster? ¿Debería estudiar alemán? Mil dudas sobre el “equipamiento” que podemos necesitar para un camino que no sabemos exactamente cómo es, porque quizá ni hemos reflexionado sobre los distintos caminos u opciones.
Cuando comencé a trabajar en 1980 como Ingeniero de Sistemas en Hewlett Packard, mi ilusión era tan grande como mi ignorancia de muchos temas técnicos y no técnicos. La carrera de Teleco era una presilla de “pata negra” en cuanto a capacidad y resistencia, pero no tenía los conocimientos concretos. Las empresas informáticas como HP o IBM decían que querían “armarios grandes, aunque estén vacíos” y confiaban en darte ellos la formación concreta necesaria. Tuve la suerte de que en la HP de entonces te asignaban a un compañero como tu “big brother”, no era tu jefe ni te supervisaba formalmente, era sólo tu hermano mayor al que acudías en el día a día para que te sacara del atolladero cuando ya no sabías cómo seguir. La generosidad y valía de mi “big brother” eran superlativas y sin duda alguna fue un enorme factor de aceleración de mi crecimiento profesional como “sistemista”, al tiempo que se reducía el stress de afrontar muchas responsabilidades en muchas ocasiones sin todas las cartas de experiencia en la mano.
Cuando las personas tienen una valía profesional notable, el alcance de su carrera depende fundamentalmente de dónde quieran ellos llegar, de qué nivel de sacrifico quieran asumir, en definitiva, de cómo quieren encajar su carrera profesional en el resto de su vida, y esto es un tema de filosofía de vida totalmente personal. Quiero decir que el mentor no puede impulsar más de lo que el mentorizado se proponga correr y tiene que haber un cierto alineamiento personal de estilo para que lo que el mentor propone y orienta sirva para lo que se pretende.
Es evidente que no tiene ningún sentido que un mentor platee una estrategia para entrar y moverse en el campo de la Consultoría Estratégica a alguien que quiere circunscribir su trabajo a dedicar un tiempo controlable que le reporte unos ingresos simplemente suficientes. Por tanto, es importante dibujar el gran cuadro, los mimbres profesionales de que disponemos, dónde queremos llegar, qué estamos dispuestos a poner en el asador, y sólo entonces podremos identificar herramientas para ello, sean idiomas, másters, becas o lo que sea.
Como resumen, para el mentorizado, un mentor le puede ayudar a reflexionar de forma estratégica sobre su futuro, e identificar elementos a desarrollar de muchos tipos.
Para el mentor, también hay un aprendizaje del entusiasmo de los jóvenes, y para él mismo, es una gran satisfacción darles utilidad a algunas piezas de experiencia adquirida y ver que son útiles para los jóvenes.
Como toda aventura humana, cada una será diferente y siempre enriquecedora.
Por David Moulet Garcia
Ing Sup Telecomunicación. Número 9 Promoción 51 de 1978. ETSIT Madrid