Un ingeniero o una ingeniera de telecomunicaciones es ante todo un ingeniero o una ingeniera per se (ingeniero, por simplicidad en lo que queda de artículo). Y como me decía machaconamente -al mismo tiempo que intentaba provocarme- un gran amigo, allá en la Universidad, “ingeniero viene de ingenio”. Estoy convencido de que esta característica, el ingenio, nos caracteriza profundamente como profesionales y nos diferencia de otros profesionales. Y es quizá por esta característica, que podemos encontrar ingenieros en las posiciones y áreas más variopintas de la Empresa, desde CEOs a técnicos, desde Finanzas a Marketing, desde Consultoría a Programación, desde Ventas a Business Intelligence… De hecho, es difícil imaginar una tarea o una ocupación en la que alguien pudiera pensar que no tuviera cabida un ingeniero, una tarea en la que no fuera a realizar un buen trabajo un buen ingeniero.
El ingenio se despierta siempre con la curiosidad y con el inconformismo. Un ingeniero es esa persona a la que le das un problema y te da una solución. Al menos así es como siempre me he visto o, siendo más objetivo, como me gusta verme a mí mismo. Es bastante evidente el cambio que se produce en el transcurso a través de una carrera técnica; se lleva a cabo un proceso de transformación en la forma de pensar y razonar, que convierte de forma gradual al ingeniero en ciernes en una persona eminentemente práctica, pragmática y resolutiva. Los Físicos conocen los fundamentos de las cosas, los Matemáticos entienden y manejan modelos lógicos, los Economistas explican lo que ha pasado y tratan de predecir el futuro de la economía… A los ingenieros, nos toca la parte práctica, el darle una utilidad a todo lo que llega a nuestras manos, dar una solución ingeniosa a cualquier situación problemática o conflictiva.
Hoy, pasados ya unos cuantos años desde que mi promoción terminó los estudios, esta flexibilidad y adaptabilidad propia del ingeniero es más que patente: todos los que fueron amigos míos durante la carrera y la mayoría de mis conocidos están ocupando actualmente puestos de responsabilidad en empresas de prácticamente todos los sectores y en todas las áreas imaginables, ingeniería, planificación, marketing, finanzas, consultoría, investigación, publicidad, también en la universidad, muchos con empresas propias de lo más variopinto que compatibilizan con sus trabajos asalariados, muchos otros ejecutando multitarea o multitrabajo, impartiendo ponencias, dando charlas, escribiendo artículos.
Creo que esta característica es clave para el futuro, ya presente, que nos llega. Nos encontramos en un momento de evolución tecnológica sin precedentes, en el que hemos pasado de la era industrial a la de la información en tan poco tiempo que hoy ya nadie es capaz de asimilar ni comprender todas las derivadas del conocimiento humano, en expansión casi exponencial en cada una de las ramas del saber.
Existen diversos estudios sobre las diferentes capacidades que demandará el mercado laboral en sólo cinco años, evolucionando desde las puramente técnicas y de gestión a las más emocionales y de pensamiento crítico.
Hoy, a un ingeniero que quiera integrarse y progresar en el mercado laboral, ya se le está exigiendo cada vez más que sea un experto en materias muy concretas y al mismo tiempo que disponga de cultura económico-financiera y de un conocimiento amplio de la evolución tecnológica.
En palabras del presidente de Telefónica “Nos encontramos en un momento de cambio… extraordinario que augura un futuro brillante. Es hora de reinventar la educación, de colocar a las personas en el centro de la revolución digital” “Será necesario un talento dinámico, lo que requerirá de personas flexibles y abiertas y, por lo tanto, de nuevas formas de aprender, así como de nuevas vías de formar al talento”.
La educación se presenta como una cuestión clave para garantizar el futuro sostenible de las sociedades, sobre todo en Occidente, donde los cambios están impactando ya de forma radical en la sociedad, el trabajo, la calidad de vida y las relaciones humanas.
La tecnología, como medio en constante evolución y motor del desarrollo moderno, deberá jugar un papel crucial a la hora de abordar la educación y fomentar todo aquello será más difícil adquirir a la IA: las cualidades netamente humanas.
Trabajamos en un sector de las tecnologías de la información y las telecomunicaciones lleno de paradojas. Es un sector clave para la economía en Europa, contribuye por encima del 5% al PIB y representa más de 700.000 puestos de trabajo. En el mundo de las telecomunicaciones, el tráfico de datos móviles aumenta el 59% cada año y sigue creciendo anualmente… pero al mismo tiempo los ingresos del sector en Europa se han reducido desde los 444.000 millones de dólares en 2012 hasta los 370.000 millones de dólares el año 2017.
De acuerdo con los analistas del sector, algunas claves que definirán y que transformarán el sector de las telecomunicaciones en los próximos años:
- Las empresas y las personas deberán estar preparadas para hacer frente a la revolución digital.
- La Inteligencia Artificial, la analítica de datos, la seguridad, el internet de las cosas, el Blockchain… serán algunos de los grandes pilares de la transformación social y del futuro.
- La tecnología estará omnipresente: habrá 8 dispositivos de media por habitante del mundo conectados a Internet. En 2025 se espera alcanzar 27.000 millones de objetos conectados que generarán 2 zettabytes de datos
- Sólo en términos de seguridad, el gasto que tendrá que realizarse para hacer frente a las brechas de seguridad superará los 7 billones de dólares en 2025.
- Y podríamos seguir enunciando tecnologías y miles de datos más, con las que podríamos llenar páginas y más páginas…
Sin embargo, cuando hablo de estos temas con mi hermano, de la transcendencia y de la revolución de la tecnología y del papel de los ingenieros en este proceso, siempre me comenta que la carencia más importante -el principal aspecto de mejora, como se dice actualmente con ironía- de un ingeniero suele ser el diferenciar entre manejar y moverse entre procesos reglados y desenvolverse de forma eficiente y asertiva con equipos que no conocen los detalles de la tecnología. En definitiva, que nos suele faltar la comprensión del factor humano. Es una opinión, claro, pero no es única, es la opinión de muchas personas “de letras”. En algo estamos fallando.
Debemos ser conscientes de la realidad tecnológica en la que vivimos y de cómo está cambiando a pasos agigantados la sociedad que conocemos, para que de alguna manera podamos anticiparnos y empecemos a preocuparos por dominar los “saberes” y habilidades que serán necesarios para adaptaros al mundo que nos tocará vivir: la creatividad, el pensamiento crítico y el manejo de las emociones.
Creo que la Asociación de Ingenieros debe ser una ayuda y un apoyo en este momento cambio. Para mí, la Asociación es esa referencia, ese soporte, que está ahí para cuando te hace falta. Es como un seguro, algo que contratas y que ni siquiera eres consciente de que tienes (salvo en los recibos anuales que llegan puntualmente), hasta que tienes un problema o una incidencia. Entonces te acuerdas de que está ahí y recurres a sus servicios. La Asociación de Ingenieros debe seguir jugando este papel y ser cada vez más ese amigo visible que siempre está cuando se le necesita.
Enrique de la Lastra Leralta
Asociado de la AEIT