Queridos lectores,
Hace menos de un año, me debatía entre comenzar a cursar el Máster Universitario en Ingeniería de Telecomunicación (MUIT) o cambiar el rol de estudiante por el de trabajador. Puede, que a primera vista lo más atractivo parezca empezar a ganar dinero por fin, firmar un primer contrato, conocer cómo se trabaja en una empresa…
Sin saber muy bien por qué, decido matricularme en MUIT. Puede que fuera porque es habilitante, puede que fuera porque otorga un status de ingeniero, puede que fuera por X o que fuera por Y o incluso por la transformada de nuestro querido Fourier. Pero me matriculo.
El día que nos convocaron para la presentación, ya auguraba algo distinto. Desde la Asociación, nos presentaron el mundo de posibilidades que se abrían por empezar a cursar el Máster (oportunidades laborales, acceso a libros, contactos, etc.). Para mis adentros, por fin pienso: “Qué bien he elegido.”
Por si ese hormigueo que me recorría el cuerpo por las ganas de empezar fuera poco, la Asociación nos da, además, la maravillosa oportunidad de entrar en un programa que nos permite conocer a un mentor y tener charlas con él para que nos guíe y nos de consejos basados en la experiencia ¡Yo ya he conocido al mío! ¿Te animas?
Antes de continuar, me gustaría enmarcar tres puntos que jamás se me olvidarán tras mi paso por el grado de Teleco y que están siendo verdaderos pilares en mi vida, eso es todo. Tres puntos.
El primero de ellos, el esfuerzo.
Por suerte, existen en la vida situaciones que nos ponen a prueba, situaciones en las que incluso llegamos casi al límite; y digo por suerte porque sin estas situaciones todo el tiempo, el esfuerzo, las ganas, el tesón que invertimos en enfrentarnos a ellas sería en vano, caería en el olvido. Antes incluso de comenzar el grado, mi padre ya me repetía: “No conseguirás grandes resultados sin esfuerzo”. Esta frase, puede resumir perfectamente este primer punto. Porque la suerte nunca viene sola, la suerte hay que buscarla y si no se busca, no se encuentra. Creedme cuando os digo que todos hemos buscado la suerte eligiendo la carrera universitaria a la cual dentro de poco pondremos fin.
Es el esfuerzo el que nos ha permitido llegar hasta donde estamos hoy y es el esfuerzo el que nos permitirá llegar lejos a todos. Soy consciente de que a todos nos cuesta porque andamos con nuestros líos entre el tiempo y la frecuencia que yo... bueno es que ya no sé ni dónde vivo.
A mí, sinceramente me parece que, aunque todavía no lo sepamos o no lo tengamos claro, todo el esfuerzo que estamos haciendo dará su fruto tarde o temprano. No hay que tener prisa por nada, simplemente paciencia porque no sé vosotros, pero yo me he tropezado por lo menos “n” veces con “m” piedras pertenecientes al conjunto de las piedras reales cuando “n” tiende a infinito. Y después de eso, lo que toca es levantarse y seguir y seguir y seguir.
Para que después de haber conseguido nuestras metas podamos mirar hacia atrás con orgullo y confiar en que elegimos bien cuando escogimos no dejar aprender nunca.
¡Segundo! La amistad.
Los amigos son la familia que uno escoge. Con ellos hasta los momentos más difíciles se convierten en memorables y con ellos disfrutamos siempre de cada momento.
Si queremos conseguir que nuestro barco de vela navegue con rumbo por la vida necesitaremos:
La vela mayor, la más importante que se iza en todo navío para orquestar los virajes a babor y estribor.
Un buen timón, el cerebro que nos guía y establece las coordenadas a tiempo real.
Cornamusas (yo no sabía lo que eran hasta que un marinero me lo contó, pero normalmente son de metal y sirven para sujetar cabos) los cabos tienen que mantenerse atados y los pies en la tierra.
Un buen obenque, el pilar que puede proporcionarnos estabilidad frente al oleaje cuando estamos a la intemperie casco del barco.
Y finalmente, un pabellón. Una seña de identidad, que ondule sincronizada con el ritmo de navegación, para que los demás nos identifiquen y sepan que tenemos las ideas claras.
Lo precioso de esto es que no hay dos barcos iguales, no existen fabricantes, somos nosotros los que elegimos las personas de las que nos rodeamos y junto con ellas tenemos la suerte de complementarnos y de aprender. Si no hubiera sido por los amigos, si no hubiera sido por su apoyo diario, probablemente no seríamos ni la mitad de lo que somos ahora.
Es por los amigos, por los que no debemos perder la ilusión de comernos el mundo, aunque para ello tengamos que programar en el temido C, entender y superar todos los errores de memoria al ejecutar nuestro querido “valgrind -v ./programaVida“.
Sin más dilación pasamos al tercer punto, la actitud.
Aunque este sea el tercer punto, no penséis que es el menos importante, de hecho, es imprescindible. La actitud según la RAE es:
1. Postura del cuerpo, especialmente cuando expresa un estado de ánimo.
2. Disposición de ánimo manifestada de algún modo.
Bien, me encantaría contaros una experiencia personal. Tras cinco años en el grado puedo asegurar que la actitud es mucho más que una postura o una disposición.
Pasado el primer año de grado y con algún que otro suspenso a la espalda, existían dos opciones:
1. Dejar Teleco. Porque como todavía estoy en primer año estoy a tiempo de rectificar y buscar vida social.
2. Volver a pegarle tal cabezazo a la piedra que se le quiten las ganas de volver a ponerse en medio ¡Venga hombre! ¡Tropezarme yo, por favor!
Yo creo que por la situación en la que nos encontramos ahora todos sabemos lo que pasó ¿Verdad? Durante los últimos años no había piedras, había ondas, pero había una cosa mucho más potente que todas las ondas, la actitud.
Como dice Victor Küppers, la actitud multiplica. Si hay algún consejo que yo pueda daros hoy, es el que me ha ayudado a mí durante todos estos años. Allá va: la actitud os va a empujar hacia adelante multiplicando vuestro valor. No os creáis la mítica que nos intentan vender a todos de entrar a una gran empresa y trabajar para alguien.
Somos jóvenes, somos el futuro y no podemos quedarnos apalancados, porque si nosotros lo hacemos, también lo harán nuestras ideas y si nuestras ideas no evolucionan, nosotros que nos estamos graduando en distintas disciplinas que necesitan ideas nuevas, careceremos de sentido. Hagamos lo que hagamos (un máster, comenzar a trabajar, montar nuestra propia empresa...) hagámoslo con actitud. No intentemos vivir la vida de otros, construyamos la nuestra utilizando el superpoder que todos tenemos de hacer un poquito día a día porque 0,99 elevado a 365 es 0,02551... y en cambio 1,01 elevado a 365 es 37,7834...
Desde mi punto de vista, en mi paso por el grado y mi pequeña andadura por el máster, he aprendido una serie de lecciones más importantes que cualquier asignatura. He aprendido que nadie regala nada y que, como decía antes, aunque la suerte se busque, a veces no se encuentra.
Pero no encontrar la suerte no significa desmotivación, no significa fracaso, no significa fin. Significa que hay que darle una vuelta de rosca al asunto y replantearse el problema. Salgamos a donde salgamos y hagamos lo que hagamos, preguntémonos: ¿Es esto de verdad lo que quiero hacer? Y si durante muchos días la respuesta es que no entonces hay que cambiar algo.
Me gustaría finalizar dando una última pincelada a mis palabras. Esto no lo digo yo, lo dijo Steve Jobs en el discurso de Graduación que dio en Stanford en 2005: "Stay Hungry, Stay Foolish".
Gracias a todos.
Por Ricardo Domingo Curt
Estudiante MUIT Ingeniería de Telecomunicación UAM.